A esos que a Poesía llaman "cursi",
que ante la lírica se tornan furiosos,
que a la expresión de un sentimiento humano
lanzan, como mordiscos, sus palabras
dañinas, insolentes, desabridas.
A esos que consideran ofensivo
el canto amable y bello de otros seres,
la dulzura de otros corazones,
el plumón de un gorrioncillo nuevo,
el destilar del canto o del cariño,
la sonrisa que estalla e ilumina.
A esos: corazones blindados,
yunques, pedernales, tormentas de la envidia,
que pretenden dañar lo que es ajeno,
romper impunemente el amor de otros.
A esos, a todos ellos, yo les digo:
que Poesía es ley del universo,
que es un sol quemándose a sí mismo,
que ilumina el abismo más hondo,
que enciende con su fuego lo más vivo
de quien a ella se entrega; y que deshace
los miedos, las fatigas, las censuras,
que es bálsamo del alma y con su aliento
recorre los caminos interiores
alejando la muerte y la locura.
A esos, a todos ellos, yo les digo:
que nosotros, los hijos de Poesía,
libramos mil batallas diferentes
del sentimiento, que ellos no imaginan.
Y que nos llegan sus voces lejanas,
ajenas, huecas, inanes, vacías,
como gemidos de los prisioneros
que nunca han de librarse de sí mismos.
© Blanca Barojiana
que ante la lírica se tornan furiosos,
que a la expresión de un sentimiento humano
lanzan, como mordiscos, sus palabras
dañinas, insolentes, desabridas.
A esos que consideran ofensivo
el canto amable y bello de otros seres,
la dulzura de otros corazones,
el plumón de un gorrioncillo nuevo,
el destilar del canto o del cariño,
la sonrisa que estalla e ilumina.
A esos: corazones blindados,
yunques, pedernales, tormentas de la envidia,
que pretenden dañar lo que es ajeno,
romper impunemente el amor de otros.
A esos, a todos ellos, yo les digo:
que Poesía es ley del universo,
que es un sol quemándose a sí mismo,
que ilumina el abismo más hondo,
que enciende con su fuego lo más vivo
de quien a ella se entrega; y que deshace
los miedos, las fatigas, las censuras,
que es bálsamo del alma y con su aliento
recorre los caminos interiores
alejando la muerte y la locura.
A esos, a todos ellos, yo les digo:
que nosotros, los hijos de Poesía,
libramos mil batallas diferentes
del sentimiento, que ellos no imaginan.
Y que nos llegan sus voces lejanas,
ajenas, huecas, inanes, vacías,
como gemidos de los prisioneros
que nunca han de librarse de sí mismos.
© Blanca Barojiana
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