martes, 9 de octubre de 2012

Cuentos, relatos y narraciones.: El acuerdo. Luis Revert

El acuerdo.

Un apretón de manos dejaría sellado nuestro acuerdo. Una mano se ofrecía ante mí para ser estrechada cuando los pormenores de nuestra negociación hubiesen sido desmenuzados; una mano que ostentaba los símbolos de su poder en dedos y muñeca, cargados con más riqueza de la que se pudiese atesorar ya no en el cuerpo entero, sino en la vida entera de una gran mayoría de los mortales y que se mostraba recia, compacta, fuerte, advirtiendo su nula disposición a volverse atrás en ningún caso ni arredrarse ante nada; su facultad plena para ejecutar cualquier orden recibida por parte de su dueño. Un pequeño instante detenido supuso para mi una eternidad, el tiempo durante el cual debía acceder a estrechar la mano ofrecida y dejar de ser dueño de mí mismo. Antes había tenido contacto indirecto con la persona que tenía enfrente, algún trabajo menor de distribución de mercancía con el que sostenía mi economía cuando quedaba sin trabajo pero no sin estómago. Nunca fui uno de aquellos que hacían esto para satisfacer un ritmo de vida desenfrenado y sufragar sus vicios sin que su quehacer diario tuviese nunca que trascenderlos; había guardado una disposición experimental que no me desconectaba de otras facetas de la vida sino que se sumaba a ellas y, a mi entender, las enriquecía, buscaba nuevos estados de conciencia para que entender el mundo no supusiese despreciarlo, a eso se le puede llamar evasión pero yo prefería denominarlo invención; la necesidad de inventar aquello que no se encuentra y si lo que no se encuentra es la realidad -porque resulta tortuosa y es mejor dejarla escondida- quizá necesitase algún ayudante para reinventarla sin renunciar a aquellos aspectos que lejos de ser revocables, me resultaban placenteros porque había tenido el incuestionable arte de saber dotarme de ellos, y, mezclándolos con mis experiencias transgresoras, podía elaborar un cóctel en el que aquello que llenaba mi vida podía ser despojado de la mezquindad circundante que posee la capacidad  de filtrarse por cualquier leve brecha y arruinarlo todo, lo peor, por decisión propia. Distribuía entre gente que mantenía una posición convergente a la mía en cuanto al uso de la sustancia que yo les suministraba. El día que perdí la mercancía que ahora adeudaba -y que me dejaba como única salida convertirme en lacayo fiel y brazo ejecutor del capo- sucedieron cosas muy curiosas. Recuerdo que le comenté a un amigo que "en el sitio menos pensado, quizá en un lugar que ni siquiera puedes pensar ni imaginar por que lo desconoces por completo, puede estar pasando un suceso que puede ser determinante en el devenir de tu existencia; deberíamos de tener el derecho de poder conocer estos sucesos e intervenir en ellos, ya que nos van a repercutir, y poder evitar de este modo su desenlace funesto". De verdad que me habría gustado estar en el bar donde el motorista que embistió mi coche se había emborrachado unas horas antes de que dejase mi vehículo averiado por el tremendo golpe lateral trasero y la posterior perdida de control que acabó frenando el auto contra una farola; haber tenido la capacidad de evitar, bien su ingesta alcohólica o bien que hubiese conducido después su motocicleta. El coche había quedado inmovilizado y se presentó la policía; sólo deseaba que no abriesen el maletero cuya puerta, como consecuencia del golpe, había quedado desencajada y semiabierta... Me conminaron a llamar una grúa y me obligaron a que el coche fuese depositado en un taller. No podía dejar un vehículo averiado y siniestrado aparcado en la vía pública, como era mi deseo. Llegó la grúa y mientras el coche era conducido al taller oficial yo tuve que entrar en el furgón policial a efectuar mi atestado. Cuando el trámite quedó concluido tras discutir durante bastante tiempo con el motorista que estaba algo dolorido pero ileso y quería que mi seguro arreglase su moto -por suerte hubo testigos- acudí al taller donde habían llevado mi auto. Allí estaba, en una plazoleta donde se acumulaban los recién ingresados, pero el maletero estaba vacío. Llamé al contacto que me había proporcionado el alijo y le conté lo sucedido. Una hora más tarde recibí la llamada del capo. Debía reunirme con él para ver el modo de saldar mi deuda. No aceptó que le pagase poco a poco mensualmente, con mi trabajo; habría tardado años en reunir semejante suma. Sólo me dio la oportunidad de hacer colaboraciones -así lo llamó- hasta que él considerase que mi deuda estaba saldada con mi labor, en caso contrario ya debía saber como funciona este mundo; "el que la caga, sólo la caga una vez", fueron sus palabras. Me dio dos días de plazo antes de nuestra reunión, por si encontraba el modo de conseguir el dinero, algún crédito, algún amigo hacendado... Ni amigo hacendado, ni posibilidad de crédito, solo cabía entregarle mi vida. Pasé la noche anterior a la reunión con una amiga. Estaba nervioso, alterado y con un enfado tremendo. Ella se encargó de relajarme y me propuso realizar un ritual, hacía pocos días que había regresado de un encuentro  con unos chamanes guatemaltecos y quería  repetir alguna de las ceremonias que había realizado allí. Cuanto menos, me relajaría y me ayudaría a aceptar mi destino inexorable, insistía. Sacó toda la parafernalia que había adquirido en el "merchandising" que los indios guatemaltecos habían montado en el citado encuentro y nos instalamos en el lugar más parecido a la naturaleza que teníamos al alcance de la mano, en la terraza de su piso repleta de macetas con plantas. No puedo negar que no soy muy entusiasta de este tipo de experiencias, pero debo confesar que casi llegué a un estado parecido al trance en el que mi mente adquirió una nueva dimensión y, al menos, encontré la capacidad de afrontar mi futuro, fuese el que fuese...  Después del ritual fuimos directamente a la cama. Ella decía que su sortilegio no había concluido y que deseaba que encontrásemos juntos el estado parecido al trance que habíamos experimentado momentos atrás y que hiciésemos el amor buscando esa conexión por encima de todo. Era la primera vez que nos acostábamos y me proponía un acto más allá del sexo, algo así como concitar en una unión sexual lo que habíamos experimentado en el ritual intentando hacer que los dos fuésemos uno. Sólo entonces, si lo conseguíamos, su sortilegio podría surtir efecto. A la mañana siguiente, después de haber dormido sin poderme desprender de las experiencias vividas con mi amiga, como si hubiesen constituido una fuente inagotable de una regeneradora sustancia vital, nos despedimos. Yo debía de ir a la reunión. Ella me dijo insistentemente que pasase lo que pasase durante mi entrevista, no dejase de ir a visitarla cuando ésta concluyera y me guiñó el ojo con ternura y complicidad.

 Estrechamos nuestras manos y sentí en la mía como si toda la experiencia de este hombre pasara a través de ella, me llené de información que me resultaba repugnante y quise soltar su mano con rapidez. No podía, seguían entrelazadas agitándose levemente y agarradas con fuerza. Sentí vértigo, un profundo mareo y malestar. Durante unos segundos creí perder la conciencia y pensaba que iba a caer al suelo derrumbado como un pelele dislocado. Estaba aturdido, muy confuso recuperaba la lucidez y me sentía tremendamente extraño dentro de mi cuerpo. Por fin pude soltar la mano que atenazaba la mía que me pareció inusualmente fuerte y seguida de un robusto brazo. Descubrí en mis dedos varios anillos de oro, en el dedo corazón una enorme sortija estaba coronada por una gran piedra de color rojo;  en mi muñeca derecha una gruesa pulsera mostraba una placa donde estaba grabado mi nuevo nombre. Quizá debería ponerme un régimen alimenticio y hacer algo para evitar mi mal aliento; por lo demás tampoco estaba tan mal, incluso era algo más joven. Era un hombre rico, sólo restaba encauzar mi vida por otros derroteros e iniciar, a mi modo, la nueva existencia que me habían entregado.
 

 Luis Revert

Cuentos, relatos y narraciones.: El acuerdo.:

Entra en mi blog para leer algunos de mis poemas, y otras composiciones que me han inspirado, Y

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